Raúl Asensio Echegoyen
Secretario de Organización y responsable de formación del SISEJ
A veces parece que el Universo se empeña en decirte algo. Un lugar, una calle, un personaje, un libro o una actividad que hasta determinado momento desconocías aparece, empieza a ser recurrente, pasa a resultarte familiar y acaba siendo parte de tu día a día.
La formación en línea, que antes de la pandemia era una gran denostada cuando no desconocida, ha recibido durante este último año un fuerte impulso al resultar la gran alternativa a la formación presencial en tiempos de pandemia, sorteando así las restricciones de aforo y las limitaciones a la movilidad impuestas por las autoridades. Prácticamente no hay entidad pública o privada que no haya acudido a este medio para poder satisfacer las necesidades y obligaciones impuestas por la ley en materia de formación de sus funcionarios, trabajadores, colegiados o de interesados en general. Diariamente se organizan multitud de actividades de la más variada naturaleza en este – para algunos – nuevo formato que a mi entender está destinado a superar al puramente presencial en un corto período de tiempo. De un lado, la situación sanitaria está lejos de acercarse a una nueva normalidad, siendo previsible el mantenimiento a corto medio plazo de las restricciones que afectan a la reunión de personas y de otro lado, se está demostrando que conforme se expande y normaliza el uso de las nuevas herramientas y plataformas que brinda la red, se van descubriendo las bondades de esta forma de transmitir los conocimientos.
Desde SISEJ llevamos muchos años defendiendo la necesidad de impulsar la formación en línea para nuestro Cuerpo, pues entendemos que es forma más eficaz y eficiente de transmisión de los conocimientos necesarios para el ejercicio de nuestras funciones. Como muestra reciente, ya en la sesión constitutiva de la Comisión Pedagógica del CEJ, en diciembre de 2019, no desaproveché el turno de palabra que se me concedió para recalcar al anterior equipo directivo la importancia de impulsar este tipo de formación y el desarrollo de las comunidades virtuales, teniendo en el horizonte el objetivo de que la formación en línea acabase imponiéndose a la presencial. Una nueva oportunidad de defender esta tesis se nos presentó en la reunión mantenida poco después de su toma de posesión con el Ministro Juan Carlos Campo, pues se encontraba entre las propuestas de mejora del servicio público de Justicia que le transmitimos, propuesta indisolublemente ligada a la imperiosa reforma del sistema de acceso a los Cuerpos Superiores de Justicia.
Ya tras el estado de alarma, como propuesta al plan de choque, insistimos nuevamente en la necesidad de modernizar la formación que recibíamos. Expresamos claramente que, sin ningún tipo de excepción, aquélla debía realizarse exclusivamente en línea, pensando no sólo en la formación continua, sino especialmente en la formación inicial de la futura promoción 44 de LAJs, cuyos integrantes de promoción interna estaban pendientes de iniciar su curso teórico-práctico. Así se defendió igualmente en la Comisión Pedagógica del CEJ celebrada en abril del año pasado. Éramos plenamente conscientes de las dificultades que ese cambio de paradigma comportaba, pues ya la anterior directiva nos había comunicado los graves problemas presupuestarios y de personal informático que sufría el CEJ, pero entendíamos, como seguimos entendiendo si cabe aún más hoy, que era absolutamente necesario acometer el cambio y que pronto se podrían de manifiesto las ventajas de este nuevo formato de formación inicial y continua: mayor flexibilidad, mejor conciliación de la vida laboral y familiar, maximización de los recursos públicos, mayor número de plazas disponibles y, claro está, mayor calidad y aprovechamiento de los cursos, lo que redunda en una mejora del servicio público que prestamos.
Esta semana el Universo también se ha empeñado en mostrarme sus paradojas. Mientras disfrutaba por primera vez de la oportunidad de formar en línea a varias compañeras sobre la aplicación de la CDCJ, en un rápido cambio de papeles, recibía horas más tarde un curso on line en inglés sobre reuniones virtuales gracias al INAP. Mientras repasaba, satisfecho, mis primeros logros como formador y alumno en línea, leía, incrédulo, a colegas difundiendo la idea de lo perentorio que resulta la formación inicial presencial de los futuros integrantes de la 44 promoción turno libre, amplificando con gran indignación la voz de supuestos ofendidos y gravemente perjudicados por verse obligados a formarse en línea e incurriendo, en mi parecer, en lo que sólo se puede calificar como un tremendo ejercicio de irresponsabilidad.
Obviar la alerta sanitaria y aferrarse a un vetusto concepto de cómo debe formarse un servidor público me puede resultar harto difícil de entender cuando no directamente una insensatez, pero he de reconocer que quizás lo que mayor desazón me provoca es ver posiciones tan inmovilistas y enconadas en el Cuerpo al que pertenezco, que en nada ayudan a su crecimiento y consideración y que abiertamente dan la espalda a una vía que la sociedad entera ha empezado a explorar: las oportunidades que brinda la red para la adquisición del conocimiento necesario para el correcto desempeño de nuestra función pública, red que – en estos tiempos que nos han convertido en todo o en parte en funambulistas -, está siendo nuestra salvadora.